LA EXCEPCIÓN

por Jorge Pinedo Rivera

En el libro La Rama Dorada, el antropólogo autor del mismo describe a una tribu que acostumbraba elegir a su líder de una manera muy peculiar. Aquel que deseaba ser líder debía presenciar como su antecesor se daba muerte destazándose con un cuchillo muy filoso, esto tenía que hacerlo cuando comenzaba a perder su fuerza, lo que se evidenciaba a través de signos como la disminución de su vigor o una enfermedad. Aún ante esta perspectiva siempre había quien quisiera suceder al líder pues mientras tenía el cargo se le atendían todos sus caprichos y se le trataba como comúnmente se dice a cuerpo de Rey.

En una ocasión un líder en lugar de pensar en una vida desahogada y placentera decidió dedicar su tiempo a visitar todas las aldeas que constituían a la tribu y ayudarlas a satisfacer sus necesidades. Vivió muchos años haciéndolo y fue un rey querido, sin embargo llegó el tiempo en que perdió un diente, un indicio de que ya no poseía toda su entereza física lo cual podría hacerlo merecedor de subir al templete de auto destazamiento. La tribu se lo hizo notar, y el respondió, no tener este diente hará más fácil que me reconozcan cuando vaya a visitarlos a sus aldeas y seguiré ayudándolos. La tribu se dio por satisfecha con esta explicación y lo dejaron seguir gobernando por muchos años más hasta que se retiró por vejez.

Este rey prácticamente salvó su vida por la decisión que tomó de dedicarse a servir a su pueblo.

Nosotros no nos encontramos en situaciones tan extremas, pero podemos estar seguros que cuando se tiene la disposición continua de servir a la comunidad siempre habrá un lugar para el que lo haga.

Ahora, servir, no es sencillo, además de tener la disposición permanente de hacerlo, se requiere iniciativa para saber en qué ámbito actuar, cómo llegar a ser útiles sin abrumar, como mantener nuestra dignidad para no ser utilizados y cómo obtener satisfacción y sentido en nuestras acciones.

Existen madres y padres de familia que desean tanto atender a sus hijos, que terminan  haciéndolos atenidos, exigentes e incapaces, y con el tiempo se exponen a que les pierdan el respeto, situación que minará la capacidad formativa y de orientación que puedan tener hacia sus hijos. Cuando realizamos una acción de servicio pero no sentimos satisfacción o hemos perdido el sentido, es muy conveniente revisar que es en el fondo lo que estamos entregando y analizar si tiene valor el continuar haciéndolo.

Investigando podemos encontrar ejemplos de los beneficios que han obtenido muchas personas por sus acciones de servicio. Sin embargo, no debemos condicionar su realización esperando ser retribuidos ampliamente, ya que es muy posible que estemos gestando falsas esperanzas. Hay que enfocarnos más bien hacia el beneficio obtenido en nuestro desarrollo interno en aspectos como el incremento de una virtud, capacidad o conocimiento, o en la satisfacción obtenida que se manifiesta en mayor contento, seguridad en uno mismo, aceptación personal y en todo aquello en donde podamos corroborar que el mejor regalo que la naturaleza nos pudo hacer a nosotros mismos, somos nosotros mismos.

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *